Para mirar las ventajas que podría tener Chile con el desarrollo de la astronomía, no hacen falta telescopios sofisticados que dirijan su visión al universo; más bien, es necesario fijar la vista al suelo: la instalación de grandes observatorios internacionales en nuestro territorio, podría significar la participación del país en diferentes industrias, pero eso no está ocurriendo. Para cambiar este escenario surgen iniciativas, como la creación de un consorcio nacional, que represente los intereses de científicos, Estado y empresas.
Andrea Jiménez/Periodista OpenBeauchef/ Febrero de 2016.
-Foto principal: El Conjunto Compacto de Atacama (ACA) es un subsistema del telescopio ALMA que permite obtener imágenes de alta resolución principalmente de fuentes astronómicas extensas. Crédito: ALMA(ESO/NAOJ/NRAO), R. Hills-
El norte de Chile ocupa un lugar privilegiado cuando se trata de observar el cosmos: la cordillera de Los Andes y el océano Pacífico son dos barreras naturales que impiden la entrada de las nubes; así, tenemos cielos con muchas noches despejadas al año, con pocas precipitaciones y las condiciones de ventilación son muy favorables para poder percibir las estrellas con nitidez.
Debido a estas características, numerosos observatorios, que pertenecen a consorcios internacionales, deciden instalarse ahí (los grandes proyectos de fines del siglo XX que ya están operando son los telescopios Magallanes, ALMA, el VLT, Gemini y SOAR), a cambio, nuestros científicos se quedan con el 10% del tiempo de observación. Para algunos puede ser una gran oportunidad de conocer los misterios del universo, pero para otros, es insuficiente, porque nuestro país pierde en retribución tecnológica e industrial. Dicho de otra manera, se instalan grandes observatorios y los chilenos miramos cómo pasan, cual estrellas fugaces, las oportunidades de desarrollar hardware y software made in Chile.
Para OpenBeauchef, ecosistema de innovación y emprendimiento de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la U. De Chile, esto representa un foco de innovación de alto impacto para el país. Por eso alienta la idea que lidera el profesor Mario Hamuy y que apoyan el astroIngeniero Ricardo Finger y el ingeniero Jaime Alée.
Desde hace casi un año los profesionales trabajan en la propuesta de un consorcio que le permita a Chile dejar de ser meramente un suministrador de cielos y paisajes, y pasar a ser un proveedor de tecnología e innovación.
El objetivo es crear una organización privada sin fines de lucro, cofinanciada principalmente por el Estado, para promover una industria nacional, relacionada con el amplio potencial que representa la instalación de observatorios astronómicos en Chile.
El estudio “Capacidades y oportunidades para la industria y academia en las actividades relacionadas o derivadas de la astronomía y los grandes observatorios astronómicos en Chile” (realizado por la División de Innovación del Ministerio de Economía, 2012) plantea una hipótesis sobre el tamaño de mercado de los observatorios ya instalados (US$ 2400) y los futuros (US$ 3100), lo que da una idea de las puertas que podrían abrirse para la economía nacional.
La necesidad de un consorcio y de una decisión política
Jaime Alée es gerente de innovación de OpenBeauchef y es uno de los gestores de la idea del consorcio. Nos cuenta que preliminarmente llamaron a esta instancia, que se elaboró y documentó detalladamente durante 9 meses en 2015, Consorcio Nacional de Astrotecnologías e Innovación en Astronomía (Cnaia).
Explica que se están perdiendo valiosas oportunidades para desarrollar tecnología especializada en astronomía, la llamada astrotecnología; pero también se está dejando pasar la posibilidad de participar en servicios tecnológicos de otra índole, que tienen que ver con las telecomunicaciones y la informática, por ejemplo.
“Chile es perfectamente capaz de competir en estas industrias, pero actualmente no participa de ellas. Prácticamente todo lo que debe hacerse para que los observatorios internacionales se instalen acá, particularmente lo que tiene que ver con instrumentación y desarrollo especializado, se hace en otros países, y eso es algo que urge cambiar”, enfatiza Alée.
Mario Hamuy es director del Instituto Milenio de Astrofísica (MAS) y su interés por el Espacio se gestó cuando era un niño. En las décadas de los 60 y 70 buscaba con fascinación en los diarios datos nuevos de la carrera espacial entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética. Después, las series de televisión y, en un plano más serio, sus propios profesores en el colegio, lo motivaron a seguir un camino científico. Hoy además, es Premio Nacional de Ciencias Exactas, distinción que recibió en 2015.
Hamuy lleva como bandera de lucha la creación del Cnaia. Cuenta que gracias a los acuerdo que entregan tiempo de observación, Chile ha crecido significativamente en su actividad astronómica, pasando por ejemplo de tener 20 investigadores hace 30 años, a ser 200 en la actualidad.
Pero rápidamente advierte: “Por otro lado estamos desaprovechando las oportunidades tecnológicas que significa instalar en Chile los observatorios más avanzados del mundo; podemos decir que el país no se ha involucrado lo suficiente para generar una industria de ingeniería y de servicios, a la altura de la demanda de los observatorios internacionales, principalmente porque no ha quedado estipulado el tema de las compensaciones tecnológicas en los contratos”.
Para Álvaro Urzúa, gerente general de AXYS, esto se debe a que no ha habido una determinación política que permita que Chile reciba, a cambio del territorio, retribución industrial y tecnológica.
Plantea que la existencia de un consorcio ayuda con la capacidad de coordinación y que siempre una oferta organizada es buena, pero dice que es absolutamente insuficiente si no va de la mano de una definición de política de país, que permita exigir más cuando se negocien los convenios con los consorcios que instalan los observatorios.
Lo explica así: “Chile pone el terreno y el cielo. La retribución a cambio de eso son horas de observación, pero nunca ha tenido una retribución ni tecnológica ni industrial. Finalmente pasa por una definición política, hay que definir si solamente se quiere ser un actor por el lado científico, de observación, o se va a impulsar una participación industrial”.
Para Mauricio Pilleux, gerente de administración del Telescopio de Magallanes que se construye en Chile, es urgente la creación un Plan Maestro para la astronomía nacional que incluya mecanismos que centralicen la divulgación de la realidad astronómica al público en general, y que además contemple la creación de organismos que puedan establecer el puente entre los observatorios, la industria y la academia, especialmente en la búsqueda de oportunidades que puedan generar mayor valor agregado para el país.
Añade que “un consorcio astronómico es fundamental. El ecosistema nacional es pequeño y, por lo tanto, debe enfrentar esta oportunidad unido, para así hacer mejor uso de los recursos, y esto no solo para la astronomía, sino para la industria chilena en general”.
Astrotecnología made in Chile
AXYS, la empresa que dirige Álvaro Urzúa ha desarrollado tecnologías para proyectos astronómicos en reiteradas ocasiones. Por ejemplo, trabajaron en los observatorios Paranal y Alma, colaborando con la integración, la conexión de fibra óptica y las telecomunicaciones.
Urzúa explica que la astronomía es un mundo particular, porque no hay muchos clientes ni se puede decir que sea un mercado perfecto. Añade que los observatorios internacionales son instalados por consorcios compuestos por varios países que comprometen financiamiento para la construcción, pero que reciben retribución tecnológica e industrial. “Todos los proyectos están cuoteados, o sea cada miembro que participa del consorcio tiene que aportar plata, pero sabe que va a poder desarrollar piezas, telescopios, óptica, etc.”
Por eso insiste en que lo esencial es una definición política que asegure mayor participación de Chile, a través de los convenios que firman los consorcios con el ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, cuando se instalan en el territorio. “Sin apoyo va a ser lo mismo que hasta ahora: tomar lo que sobra, lo que no tomó ningún otro país y que podemos desarrollar nosotros”.
En este escenario surge la duda de si Chile va a ser capaz de responder a la demanda que genera la construcción de observatorios internacionales. La respuesta de los expertos es la misma: no tenemos ninguna capacidad hoy de responder a la demanda de tecnología especializada, sí en la capa intermedia y de commodities (caminos, conectividad, turismo, telecomunicaciones, etc.). Pero para los mismos entendidos, esto no es un problema. Veamos.
Ricardo Finger es doctor en ingeniería eléctrica, licenciado en física y se desempeña como profesor asistente del Departamento de Astronomía de la Universidad de Chile.
Hace poco estuvo en Taiwán, y cuenta sobre esa experiencia. “Fue un viaje de revisión de un proyecto en el que estamos trabajando hace varios años, que involucra a la participación de la Universidad en uno de los receptores de Alma, que es algo muy importante para nosotros; o sea, somos parte de un consorcio que está construyendo un receptor para el radiotelescopio más sofisticado del mundo”, explica.
En Taiwán un panel internacional de expertos evaluó el trabajo hecho por varias entidades de diferentes países. El resultado para Finger y su equipo fue particularmente prometedor, porque la construcción de la banda 1 de Alma (en términos simples, una antena que permita la observación en un segmento del espectro) fue catalogada como el mejor desarrollo del encuentro.
Para Finger esto marca un hito: “Nuestra esperanza es que en unos tres o cuatro años más el radiotelescopio Alma tenga instalado en cada una de sus antenas hardware construido por la Universidad de Chile”.
Existen iniciativas privadas, como las de AXYS, y universitarias, como la de la Chile, que demuestran que el país está desarrollando astrotecnología presente en los observatorios más grandes del mundo y con efectos muy positivos .
Sin embargo, si los convenios permitieran que Chile ampliara su participación en los proyectos, la demanda sería mucho más alta, y a pesar de los buenos resultados, el país no cuenta con los recursos para satisfacerla.
Además hay que tener en cuenta la proliferación de este tipo de centros. El gerente de administración del Telescopio de Magallanes, Mauricio Pilleux, aclara que nuestro país será en un tiempo más el centro de la astronomía observacional del planeta. Según cuenta, se estima que en 10 ó 15 años más, dos tercios de la superficie de espejos del mundo estará en Chile.
Mario Hamuy dice que “tenemos capital humano que se ha ido formando al alero de los observatorios internacionales, porque han contratado personal chileno, pero si no existen las capacidades, es posible desarrollarlas; o sea, se puede enviar a jóvenes ingenieros a estadías en el extranjero donde pueden adquirir conocimientos que no tenemos en Chile”.
Álvaro Urzúa concuerda y pone el ejemplo de Sudáfrica, país que negoció retribución científica y tecnológica por los proyectos instalados en su territorio. “Decidieron fabricar todos los procesadores, aunque no tenían ninguna experiencia en ello; entonces firmaron un acuerdo con una empresa estadounidense y se transfirió la tecnología. Si bien no tenían las capacidades, gracias al proyecto las pudieron adquirir, pero todo esto como parte de una postura a nivel de nación”, finaliza.
Los próximos pasos
Para avanzar en una senda de cambios, y tomando la decisión de no esperar más y comenzar a actuar, hace unos meses atrás se realizó un taller privado en Cerro Calán, dirigido por Mario Hamuy y apoyado por Jaime Alée y Ricardo Finger, con convocatoria de conocidos astroingenieros, astrónomos, empresarios tecnológicos, representantes de observatorios, de CORFO, CONICYT, del ministerio de Economía, Iniciativa Milenio y ministerio de RREE.
Los organizadores buscaban dar a conocer el anteproyecto del Cnaia, que fue trabajado por 9 meses, y recoger las impresiones de los principales actores interesados en el país. (Ver foto de cierre del taller y sus asistentes, que podría ser histórica por las consecuencias del mismo).
Según Hamuy, “hubo gran entusiasmo e interés por sentarse a conversar sobre cómo podemos dar los siguientes pasos”. Así, se creó una especie de grupo fundacional, que tuvo –en solo 3 horas- el objetivo concreto de pasar del diagnóstico a la acción.
Jaime Alée cuenta que gracias a la reunión y a los acuerdos alcanzados, se avanzó decididamente por llevar la iniciativa a un puerto concreto. “Las conversaciones con el Gobierno han sido serias y continuas; debido al consenso y a la voluntad de pasar a la acción decidida del grupo que asistió a Cerro Calán. Es muy posible que el Estado incluya oficialmente esta iniciativa en el roadmap estratégico de CORFO para los próximos años”.
Agrega que esta es una de las historias que no se repite con frecuencia en el país, pero que podría tener un final feliz, debido a un grupo de personas que creyeron que era posible construir un nuevo Chile. Y concluye “el concepto del Cnaia ahora está siendo integrado a un programa concreto del Estado y veremos sus frutos en los próximos meses y años. Eso es lo que se denomina voluntad política real”.
Sabías que:
- Chile tendrá en los próximos años el 70% de la infraestructura astronómica terrestre en su territorio.
- El Telescopio ALMA operando en la Región de Antofagasta es el observatorio más caro jamás construido, con casi US$ 1300 millones de inversión. Además, es el primero que construyó la asociación de USA con Europa y Japón.
- La inversión en Chile de observatorios prevista para los próximos 7 años, en 5 grandes observatorios ya aprobados, equivale a US$ 3.100 millones en pura tecnología.
- Chile es el mayor centro de observación astronómica del hemisferio Sur y junto a Hawaii e Islas Canarias (ambos en el norte) es también uno de los tres mayores del mundo. Además observa regiones del espacio no visibles en el hemisferio norte.
- Chile tendrá 2 de los 3 mayores telescopios ópticos en el mundo, actualmente en proceso de instalación.
- El telescopio LSST de US$ 500 millones que se terminará el 2020, y que se ubica cerca de La Serena, será en la práctica una cámara fotográfica ultrasofisticada que tomará imágenes de calidad equivalente a 3 mil cámaras digitales actuales cada dos segundos. Esto implica almacenar datos equivalentes a 1.000 películas de alta calidad cada noche y en el mes 9 ya tendrá información almacenada equivalente a las 250 mil películas filmadas en la historia del cine.
- Administrar la gran cantidad de información del LSST, implica para cada noche el desafío del desarrollo del software para procesarla, el datacenter para almacenarla y las redes para transmitirla. Todo estará concentrado en Chile y ello se denomina BIGDATA.
- Es tal la información digital que se almacena y procesa en los nuevos telescopios, que es necesario medirla en petabytes (equivalentes a 1 millón de gigabytes).
- El telescopio E-ELT (Telescopio Europeo Extremadamente Grande), en construcción en la región de Coquimbo, será casi 100 veces más potente que el famoso observatorio del Monte Palomar en USA y será el mayor del mundo.