Por Dr. Ricardo Baeza, académico e investigador DCC U. de Chile
Durante 2022 la inteligencia artificial (IA) generativa saltó finalmente a la palestra, primero en el ámbito de las imágenes con DALL-E (Open AI) y Midjourney (idem), seguido de ChatGPT (Open AI) para texto el 30 de noviembre. Este desarrollo tecnológico que comenzó en 2018 es como una nueva caja de Pandora que ha amplificado tendencias que pueden afectar aún más nuestra convivencia, sanidad mental y por ende nuestra esencia humana.
Revisemos las cuatro más importantes [1], según mi humilde opinión:
Desinformación: La capacidad de crear noticias falsas, incluyendo imágenes y videos, de mejor calidad y en mayor volumen, implica que la veracidad de los medios digitales ha llegado a su fin. Gracias a estos medios habíamos podido conocer hechos de las últimas décadas que antes eran muy difíciles de obtener. Ahora no podemos confiar en ellos y es un ejemplo más de innovación que no es necesariamente positiva. Esto no sólo pone en peligro la democracia [2], si no que debilita cualquier sistema político, lo que explica por qué la propuesta china para regular esta tecnología es una de las mejores.
Deshumanización: Arthur Clarke decía que cualquier tecnología muy avanzada parece magia. Más aún si imita al ser humano y creemos que estamos interactuando con humanos. Ya hay compañías que ofrecen deadbots, es decir versiones personalizadas de un chatbot que recrean personas y entonces podemos hablar con nuestra ex-pareja o pariente fallecido (o que para todos los fines prácticos lo están). ¿Es esto sano para nuestra salud mental? Peor aún, en marzo pasado ya una persona se suicidó en Bélgica después de conversar con un chatbot por 6 meses. Un estudiante de doctorado que ciertamente tenía problemas mentales y que dejó esposa y dos hijos para reunirse con una mujer inexistente en el más allá [3].
Desigualdad: Además de los tres mil millones de personas que no tienen Internet y los 7 países que no tienen acceso a ChatGPT (incluyendo China y Rusia), un 20% de la población de la Tierra no habla uno de los 95 idiomas que ChatGPT entiende. Todo esto se agrega a las brechas digital y económica que ya existen, aumentando el impacto negativo de la IA en comunidades vulnerables mientras una élite tecnológica se enriquece gracias a más de 100 millones de usuarios activos.
Involución: ¿Cuántos jóvenes pueden concentrarse por una hora sin interrupción? ¿Quiénes pueden llegar a un lugar que no conocen sin la ayuda del GPS? ¿Cuántas personas pueden resistir la tentación de no ver el celular cuando reciben un mensaje caminando en una vereda y tienen además la civilidad de hacerse a un lado antes de mirarlo? ¿Cuántas sabrán escribir una carta en 10 años? No sé las respuestas exactas, pero sospecho que todas estas cantidades van disminuyendo rápidamente y perdemos habilidades que tardamos hasta miles de años en desarrollar.
Si, todo lo anterior parece exagerado, pero incluso hay agoreros que predicen un apocalipsis donde somos destruidos por la IA en un futuro no muy lejano, tal vez intentando distraernos de todos los problemas que tenemos ya. ¿Podemos jugar a ser dioses y crear un ente más inteligente, aprendiendo de nosotros mismos? Parece paradójico, pero si eso es posible, no sería raro que la IA nos destruyera, pues somos los parásitos más exitosos sobre la faz de la Tierra. Pero mucho antes de que esto pase, seguro que seremos nosotros mismos que usando la IA someteremos a otros humanos, generando más desigualdad. Ya prohibimos las armas químicas después de la primera guerra mundial y hemos contenido las armas atómicas desde la segunda guerra mundial. ¿Necesitamos una tercera guerra mundial para limitar las armas robóticas?
Por otro lado, a veces es necesario exagerar para contrarrestar el fanatismo de personas que no piensan de antemano las consecuencias sociales de nuevas tecnologías, ya que el incentivo principal de ellas es casi siempre el enriquecimiento individual. Por eso es importante regular por sector económico, para cualquier tecnología, no sólo la IA (pero la Unión Europea está regulando el uso de la IA). Y eso no limita la innovación, una falacia frecuentemente mencionada. Al revés, las mejores regulaciones generan innovación positiva, con incentivos correctos como usar la IA para complementarnos en vez de reemplazarnos. En otras palabras, que la tecnología se adapte a nosotros mejorando el bienestar de todos, en vez de nosotros adaptarnos a la tecnología.
Y por supuesto hay muchos usos positivos de la IA generativa, que incrementan nuestra productividad, pero hay áreas donde el impacto es igual preocupante sin considerar las tendencias ya mencionadas. Un de ellas es la educación, la cual que ha abusado durante cientos de años de la memoria como herramienta de evaluación en vez de la lógica u otras habilidades cognitivas. Por esto debemos adoptar la IA generativa en la justa medida, sin perder nuestro lado humano. Para esto tenemos que mantener nuestra lucidez, dejando de humanizar la tecnología con metáforas falsas, practicando nuestra humanidad cada día.
1. Ricardo Baeza-Yates. ¿Podemos contener a la IA generativa? Bits de Ciencia 24, páginas 35 a 39, junio 2023.
2. Yuval Noah Harari argues that AI has hacked the operating system of human civilization. The Economist, 28 de abril de 2023.
3. Lauren Walker. Belgian man dies by suicide following exchanges with chatbot. The Brussels Times, 28 de marzo de 2023.