Columna de Opinión Vicepresidente Ejecutivo Corfo: Ejes de una Nueva Política Industrial

José Miguel Benavente H.

Vicepresidente Ejecutivo

Corporación de Fomento de la Producción (Corfo)

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Junto con consolidar o fortalecer la acción que la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo) tiene hoy en materia de fomento productivo, innovación y emprendimiento, hemos definido que una de nuestras principales tareas durante los próximos años será impulsar, además, una política industrial moderna, siguiendo los lineamientos que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha definido respecto de este tipo de impulso público.

¿Por qué? No solo porque Chile requiere aumentar y sofisticar sus exportaciones, sino porque, además, enfrentamos retos a nivel global y local que nos obligan a una profunda transformación productiva ecológica y justa, una dimensión clave en el avance hacia un nuevo modelo de desarrollo, inclusivo y sostenible.

Establezcamos, antes que todo, que cuando hoy hablamos de política industrial no estamos restringiendo la mirada solo al sector manufacturero y que tampoco se trata de “elegir sectores ganadores” para desplegar sobre ellos el apoyo estatal. Por el contrario, abarca un conjunto de intervenciones públicas que buscan mejorar estructuralmente el desempeño de diversos sectores económicos dentro de un país, incluyendo tanto instrumentos horizontales (genéricos) como acciones más orientadas a sectores o áreas específicas.

De esta mirada derivan, a su vez, múltiples objetivos que ayudan a conducir estas políticas, entre los que reconocemos algunos muy presentes desde hace muchos años en nuestras conversaciones y nuestra acción pública -como la productividad y el crecimiento económico, la competitividad y la innovación- y otros que han emergido más recientemente y con mucha fuerza, como el desarrollo inclusivo y sostenible (con una agenda muy robusta impulsada por las Naciones Unidas) o la transición hacia modelos de producción verde.

Las estrategias y los horizontes de acción de esta nueva política industrial también son variados y, de alguna manera, el arte de la política pública está justamente en saber combinarlos adecuadamente, de acuerdo con la realidad de cada país o territorio, fortaleciendo la coordinación dentro del sector público y el diálogo y trabajo con el sector privado.

En términos de estrategia, los países pueden abordar la política industrial desde distintas perspectivas (y combinaciones de estas): a partir de tecnologías (inteligencia artificial o biotech, por ejemplo), de sectores específicos (con ventajas ya reveladas, con potencial global o con necesidades de cierre de brechas), de características especiales de un territorio (como los llamados Laboratorios Naturales en Chile), o bien desde la lógica de desafíos o misiones que generan demandas al mundo productivo, al emprendimiento y la innovación a partir de preocupaciones de la sociedad. Un ejemplo en nuestro país, que integra varias de estas miradas, es el hidrógeno verde, que nos ayudará a avanzar en el cumplimiento de nuestros compromisos de descarbonización, pero también abre importantes oportunidades (i) para el desarrollo de una industria exportadora líder a nivel mundial, (ii) para la transformación de nuestra matriz energética y (iii) para impulsar incluso el desarrollo de actividades más sofisticadas, a través de la fabricación local de algunos componentes claves de la cadena de producción o el desarrollo de innovaciones y startups que generen más valor y nuevas oportunidades de negocios a nivel local y global.

En cuanto a los horizontes de acción, la nueva política industrial requiere poner la mirada tanto en lo inmediato, para atacar problemas urgentes que se pueden enfrentar con coordinaciones público-privadas o soluciones más bien simples y rápidas, como en el mediano y largo plazo, para avanzar en el desarrollo de un sector o un territorio o en dar respuesta a una misión.

Para el primer caso, desde el gobierno y la Corfo en específico, hemos comenzado a trabajar con el sector privado en las llamadas Mesas Ejecutivas para la Productividad, justamente enfocadas en aquellos problemas más urgentes en sectores muy relevantes como turismo, construcción, alimentos e industrias creativas. Para el segundo caso, en tanto, nuevamente el ejemplo del hidrógeno verde, un sector en el que estamos dando continuidad a diversas iniciativas desarrolladas en los últimos años, permite mostrar cómo, en otras acciones, se debe avanzar con tiempos más extendidos, porque se requieren transformaciones más profundas, coordinaciones público-privadas más exigentes, impulso a nuevas actividades productivas y externalidades positivas a nivel local (poniendo foco en la eficiencia dinámica), diálogo a nivel territorial y con la sociedad civil, y desarrollo de capacidades humanas, tecnológicas e institucionales, además de inversiones y financiamientos más pacientes.

Justamente esto último es lo que justifica la creación en nuestro país de una nueva Banca Nacional de Desarrollo, otra de las piezas claves de la nueva y necesaria política industrial para el Chile del siglo XXI en la que pondremos nuestro empeño en los próximos años y a la que convocaremos a sumarse a todos los actores del sistema de ciencia, tecnología, conocimiento e innovación del país.