Repensar y democratizar la enseñanza de las ciencias

Por Komal Dadlani, bioquímica y cofundadora de Lab4U

Cuántas cosas han cambiado para los niños y jóvenes desde el comienzo de la pandemia. El COVID ha forzado grandes transformaciones en la forma de impartir las clases, pero ahora que estamos volviendo poco a poco a un sistema híbrido, no podemos olvidar que la educación en todo el mundo necesita un replanteamiento aún más radical.

Según la UNESCO, «para que un país satisfaga las necesidades básicas de su población, la enseñanza de las ciencias es un imperativo estratégico». Pero existen desigualdades en lo que respecta a la educación STEM (acrónimo inglés de los términos ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). A medida que la tecnología conectó a los estudiantes con los profesores en sus casas, se hicieron evidentes sus limitaciones para el aprendizaje.

En Chile, entre los hogares con menores recursos, sólo 29,4% de los estudiantes accedió a clases a través de un computador propio y el 19,3% con un computador compartido en el hogar. En cambio, si comparamos esas mismas cifras en los hogares con más recursos, el 61,4% accedió a través de un computador propio, el 21,9% con un computador compartido, de acuerdo a los resultados de la Encuesta Longitudinal de Empleo en Tiempo Real realizada por el Centro UC de Encuestas y Estudios Longitudinales.

Las desigualdades existen no sólo en la brecha digital, donde los niños sin dispositivos o conexiones fiables a Internet se ven privados del aprendizaje en comparación a quienes sí cuentan con estos recursos, sino también en quienes tienen las habilidades necesarias para autodirigir su aprendizaje y qué padres tienen tiempo para ayudar.

La educación STEM requiere además de costosos equipos de laboratorio para enseñar mediante la indagación y la experimentación. En los entornos de aprendizaje remotos, no hay acceso a eso.

Es imperativo entonces repensar y encontrar formas creativas para que los jóvenes de todos los niveles socioeconómicos tengan acceso a la educación científica y al aprendizaje basado en la indagación tanto en sus casas como en los colegios. Existen algunas soluciones de software de éxito para laboratorios virtuales y experimentos virtuales, como PheT Simulations de la Universidad de Colorado, o LabXchange de la Universidad de Harvard, que proporcionan una experiencia de inmersión en un laboratorio virtual. Si bien estas soluciones de laboratorios virtuales son un buen complemento a la enseñanza no son suficientes para un aprendizaje profundo de las ciencias que requieren de experimentación “hands-on”.

Por eso, aunque estos enfoques pueden ser un buen punto de partida, para el estudiante puede ser como aprender a andar en bicicleta a través de una experiencia de realidad virtual. El aprendizaje de las ciencias requiere la inmersión en el proceso práctico de la experimentación científica y el aprendizaje basado en la investigación y los problemas.  Para hacer frente a esta barrera de la educación científica experimental, también existen propuestas concretas, donde destaca la utilización de sensores de teléfonos inteligentes para diseñar y ejecutar experimentos científicos, como es el caso de Lab4U.

La ventaja es que, a diferencia del acceso a los ordenadores, la penetración de los teléfonos inteligentes es cada vez mayor (se estima que en Chile hay actualmente 25,31 millones de smartphones) y en las economías «mobile-first» las familias deciden comprar un teléfono inteligente antes que un computador.

Esto brinda la oportunidad de inspirar a los estudiantes para que aprendan ciencias de una manera más atractiva que una simple clase teórica, permitiéndoles apropiarse de su aprendizaje y comprender mejor cómo aprenden. En América Latina y EE.UU., los estudiantes de comunidades de bajos ingresos que utilizaron herramientas de educación STEM con teléfonos móviles aumentaron su motivación para seguir carreras STEM.

La enseñanza de la ciencia, la tecnología y la ingeniería para el mundo real nunca ha sido tan importante. En la Cuarta Revolución Industrial, si queremos que nuestros estudiantes resuelvan los mayores retos del mundo, no podemos perpetuar sistemas educativos obsoletos. Debemos reformular la forma en que se entregan los contenidos y alinear las políticas públicas y las inversiones en educación, ciencia y tecnología para desarrollar las habilidades del siglo XXI en niños y jóvenes y prepararlos para un futuro de cambios constantes.